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José Angel BERGUA, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología
Una importante influencia que recibe la moda contemporánea proviene de la calle. Según parece Calvin Klein copió de ahí esa tendencia tan actual de mostrar la ropa interior. Por otro lado, el corte del pelo tipo garçon, tan admitido hoy entre las mujeres, lo iniciaron las féminas de los años 20 y lo copió Coco Chanel para liberarse de ataduras estéticas. Y en cuanto a la minifalda no fue un invento de Mary Quant sino de las chicas de la Swinging London.
En la actualidad, hay una profesión, el cool hunter (“cazador de tendencias”) cuyo trabajo consiste en visitar distintas ciudades del mundo (Tokio, Sao Paulo, Nueva York, Londres, etc.) para detectar en los estilos de vida y estéticas de los jóvenes, aquello que su fino olfato le dé a entender que se va a llevar. Youth Intelligence (especializada en el estudio de la cada vez más influyente población de entre 15 y 24 años), Doneger o la holandesa Li Edelkoort son, entre otras, tres importantes consultoras cuyos equipos de cool hunters elaboran pronósticos sobre tendencias en color, diseño e incluso estilo de vida, en ámbitos que van desde la moda a, por ejemplo, el sector automovilístico.
Foto: ontwerpplus.
¿Cómo crean estéticas las gentes? Pues, por un lado, si nos fijamos en las tribus juveniles urbanas, cogiendo lo que se encuentra a mano y dándole un uso (estético) nuevo. Por eso es habitual que las tribus usen detalles que, si bien con el tiempo se han hecho emblemáticos, tienen un origen extraño. Es lo que ocurre con la típica cadena que se engancha en la trabilla del pantalón y se esconde por el bolsillo que usan los skaters. Inicialmente este invento es de los rockers, pero pronto esta otra tribu lo usó para atar la cartera y evitar que, con las acrobacias realizadas al patinar, se cayera y perdiera. Pues bien, ese uso inicial prácticamente se ha perdido. Hoy la cadena ya no se ata a ninguna cartera ni sirve, por lo tanto, para evitar que se pierda. Además, quienes la llevan no son necesariamente skaters.
Las historias de los detalles estéticos mencionados son muy similares a las de otras prendas o accesorios que hoy son muy comunes. Por ejemplo, los jeans. Parece que fue un sastre bávaro de origen judío, Oscar Levi-Strauss, el que tuvo la idea, allá por 1853, de confeccionar con una tela de algodón de su tierra natal unos resistentes pantalones para los buscadores de oro californianos. Como es de sobra conocido, más tarde fue usada y divulgada masivamente por los jóvenes de los 60 y desde entonces se han incorporado regular o esporádicamente al vestuario de los dos géneros y todas las edades.
La historia de los jeans se ha repetido con infinidad de prendas posteriores, tomadas por los jóvenes de cualquier sitio: las casacas de aviador, las camisas de leñador, las ropas militares, las prendas deportivas (zapatillas, tops, coullottes, chandals). Pero aún se pueden poner más ejemplos. Es el caso del estilo zootie. Tiene su origen en los años 30 y se caracteriza por la amplitud de los trajes y lo excesivo de los gestos. Ese “estilo” surgió entre presos negros obligados a vestir prendas de distinta talla y se ha ido manteniendo de generación en generación. La actual moda hip-hop continúa ese estilo.
Foto: Seo2 | Relativo & Absoluto.
Otro ejemplo que no me resisto a mencionar es el de los tatuajes. En general, lo tienen en muy alta estima todas las culturas primitivas. Por eso en Samoa el oficio de tatuador ocupaba una posición privilegiada y el proceso de tatuaje, que podía durar años, llegaba a cubrir todo el cuerpo. También entre los maoríes de Nueva Zelanda el tatuaje, especialmente en la cara (llamado moko), fue y es todavía muy común. Sin embargo, entre los griegos y los romanos esta práctica no gozó de ninguna simpatía y simplemente se usó para marcar a los esclavos y criminales. Más tarde, en el año 787 de nuestra era el Papa Adriano I prohibió todo tipo de tatuajes, Seguramente Grecia y luego el Cristianismo menospreciaron el tatuaje porque consideraban que lo corporal y terrenal eran inferiores al alma y el mundo de las ideas. A pesar de esta mentalidad, en Francia, durante la primera mitad del siglo XIX, se popularizó entre marineros, trabajadores y convictos. El siguiente gran impulso lo recibió a mediados del siglo XX con el rock and roll pues pasó de gentes y grupos marginales a instalarse, de la mano de los jóvenes, en el centro mismo de la sociedad.
Invenciones, reciclajes, reutilizaciones, arreglos, intercambios... Todos estos procedimientos de composición estética que utilizan los jóvenes de hoy hunden sus raíces en el genio popular. De ese modo se han generado las prendas que hoy son de uso corriente y a ese torbellino estético acuden los coolhunters para detectar tendencias. Quizás la mejor palabra que define al saber hacer de las gentes y que manifiestan las tribus sea la de bricolage. Esta acción consiste, básicamente, en unir cosas antes separadas y separar cosas antes unidas. Por otro lado, este clase de hacer es la responsable de micro resistencias y micro transgresiones que tienen un carácter “táctico”, (situado, atento a las irregularidades, dinámico) que se opone a los dispositivos abstractos del saber experto, a menudo basado en modelos y válidos para muchas si no todas las situaciones.
Indisolublemente unido al arte del bricolage está el de saber ver y detectar las tendencias de la propia tribu o de otras para incorporarlas, transgredirlas, excluirlas, etc. Uno de los elementos que tienen en cuenta los jóvenes para ello son las marcas. Hoy están tan extendidas que muchos observadores caen en la tentación de deducir que han acabado con la creatividad. No es así. La proliferación y abundancia de marcas exige pericia para desenvolverse entre ellas y usarlas. Porque no sólo sucede que han adquirido autonomía y han absorbido el producto hasta hacerlo desaparecer (por eso muchos no hablan de pantalones sino de Levi’s). Algunas de ellas han llegado a convertirse en el referente al que intentan imitar las demás. En efecto, para un red skin, Harrington no es simplemente una marca sino “la” chaqueta en la que se reflejan y de la que obtienen identidad las chaquetas de otras marcas, como las Fred Perry. Del mismo modo, Martens es “la” bota que pretenden imitar las Ranger. Y así indefinidamente. El resultado de este juego es la generación de un mundo complejo con sistemas de equivalencia que relacionan unas marcas con otras.
Foto: ontwerpplus.
Si en el inestable cosmos de las marcas que usan los militantes de las tribus algunas de ellas son poco accesibles, no es raro que se deba acudir a tiendas muy especializadas y poco conocidas. Por otro lado, como el precio puede ser prohibitivo hay que estar al tanto de las alternativas: rebajas y liquidaciones, tiendas más baratas, mercadillos, etc. Aunque muchos de los lugares sean conocidos, otros son más difíciles de encontrar. Por eso hay que rastrear periódicamente los territorios más propicios, conversar de ello con los amigos, callejear, etc. Curiosamente estas tiendas suelen estar cerca de bares que atraen a distintas clases de tribus y que sobreviven y desaparecen según una lógica muy similar a la de las marcas y las tiendas.
Si nos dejamos llevar por este torbellino de sociabilidad en el que amigos, tribus, marcas, tiendas, bares, calles, líneas de autobús y zonas se combinan globalmente sin cesar, de repente, en medio del caos, el paisaje humano que se abre ante los ojos del analista deja de ser simplemente complejo, salta a otra dimensión y se vuelve hermoso. Estos son los ambientes y “mundos espejo” que reciben la visita de los cool hunters y de los diseñadores que practican el coolhunting.
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